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miércoles, 28 de mayo de 2014

Capitulo VI: Medidas desesperadas.



Bajó de la nave. A nadie le pareció extraño que el Elegido de Horus, Udyat, llegara antes que sus naves.
Todos pensaban que traería las noticias de la muerte de Saardiar y los traidores.
Avanzaba el exterminador con paso rápido, sin mirar mucho a su alrededor, ni importarle tampoco quienes le observaban.
Cruzó el control del espacio puerto y respiro tranquilo, aquello saldría bien.
                                                                              *
UNOS DIAS ANTES
El silencio se hizo en la sala. Las palabras de Arhiman, la Guerra de los Dioses dejaron a todos estupefactos. Nunca habían pensado que en el mismo Caos surgiría una división.
Era normal que distintas facciones, algunas veces, tuvieran sus enfrentamientos, pero normalmente se arreglaba rápidamente.
Abaddon había atacado algunas veces a los Hijos del Emperador, incluso los Portadores habían tenido algunos rifirrafes con la Guardia de la Muerte.
Pero nada tan serio como aquello. Habían destruido un mundo demonio. El tal Udyat había asesinado a un Avatar de Slaanesh. Aquello se salía de lo normal.
Erebus fue el primero en reaccionar. Era siempre el que parecía más suspicaz. Por algo siempre le habían llamado “La Serpiente”, aunque nunca en su cara.
Miro a todos y con una voz de conspirador hablo.
      -          Creo que deberíamos de tomar alguna decisión respecto a Aximan.
      -          Aximan está muerto- dijo Abaddon sin contraer el rostro-. Enviare a una de mis flotas a destruir a ese planeta y a todos sus habitantes. Desencadenare la furia de los Dioses del Caos.
      -          No es tan sencillo- le contesto Erebus. Como nos protegen nuestros dioses, a él le protege el suyo. Puede mandar una tormenta de disformidad y hacer imposible la llegada a ese planeta.
Arhiman asintió.
      -          Debo de retirarme y pensar algo- volvió a decir Erebus-. Tal vez algo que no esperen será más efectivo que un ataque a gran escala.
                *
Las puertas se habrían a su paso. Aquel disfraz funcionaba muy bien. Al contrario que otros que había poseído, aquel cuerpo era uno de los mejores que había tenido. Era fuerte, muy poderoso e incluso podía tocar cosas con sus propias manos. Aquel envoltorio de carne y hueso era básico, pero la armadura de ceramita que llevaba lo hacía ser único. Tenía suerte.
Muchos de sus hermanos, sus iguales, habían sido enviados a misiones como la suya en otros cuerpos. Y muchos habían fracasado. Y habían muerto, desterrados del plano material, e incluso algunos del plano inmaterial. La Disformidad se los había tragado, alimentando el hambre insaciable de los dioses.
Era energía pura, energía disforme, pero en aquel cuerpo era algo más. No solo era un ser sin materia, un demonio. Allí era de verdad un ser vivo, un psíquico poderoso. Aquel cuerpo lo dotaba de una base. Podía transmutarlo, convertirlo en lo que quisiera. Pero no hasta alcanzar su objetivo.
*
Bilis podía redimirse. Eso le había dicho Erebus, quien con él también tenía parte de culpa de lo sucedido.
Aislado en su mundo, el antiguo apotecario de los Hijos del Emperador miraba los tubos criogénicos de crecimiento acelerado. Pero oyó el ruido, el roce de unas vestimentas. Sin dejar de hacer en lo que estaba ocupado, miro con desaprobación al visitante.
Llevaba una túnica carmesí oscura, normal siendo el Apóstol Oscuro.  Él había dado el nombre al resto.
Erebus se acercó al apotecario y lo observo. Trabajaba concienzudamente sobre el cuerpo de un desgraciado que había caído en sus manos. Estaba inyectándole un cocktel de fármacos, seguramente alguna nueva sustancia.
      -          ¿Estás muy ocupado, no?- dijo el Apóstol.
      -          No, esto es rutina- dijo Bilis- ¿A qué has venido?
      -          La has liado bien, Fabius.
      -          ¿Yo soy el que la he liado?, creo que no soy el único culpable de la situación.
      -          Tú fuiste quien creaste a esas cosas- dijo el Apóstol señalando a uno de los tubos.
      -          Sí, pero tú me proporcionaste el material genético necesario. Sin él no lo hubiera conseguido.
      -          Quiero saber algo. ¿Cuántos tiene Aximand?
      -          Solo uno sobrevivió, Udyat. El resto son inservibles, están corruptos.
      -          Por lo menos esa es una buena noticia. Nuestro Señor Abaddon estará satisfecho de escuchar eso.
      -          ¿Desde cuándo Abaddon es mi Señor?- le contestó el apotecario-. En mí no manda nadie, ni sirvo a nadie.
El Apóstol miro al apotecario con desprecio. Desde que los Hijos del Emperador se convirtieran más en una banda que en la orgullosa Legión que fueron en su día, Bilis había sido cada vez más arrogante. Era cierto que no se debía a nadie, ya ni siquiera a su antiguo señor Fulgrim. El apotecario buscaba la perfección por su cuenta, pero lo único que había logrado en miles de años era hacer solo creaciones bastardas.
      -          El caso es que necesito tu ayuda, Fabius. Tenemos un problema grave.
      -          No sé en qué me respecta.
      -          Creaste a Udyat y se lo diste a Aximan.
      -          Por órdenes tuyas, por supuesto.
      -          Si, ya lo sé, por eso necesito que me ayudes. Aximan está fuera de control.

                                                                     *
Estaban los dos solos en la amplia nave. Aquello era como una especie de templo, aunque no se veían estatuas de ningún dios. Solo en el final de una serie de columnas estaba un trono en el que estaba sentado su objetivo.
Estaba ansioso. Aquel disfraz lo había llevado hasta allí. Miro al legionario que tenía delante, a unos veinte metros, como una presa fácil de cazar. Demasiado fácil en verdad, pero aquella piel que lo cubría era solo eso, un camuflaje para llegar a él.
En unas zancadas lo puso a su alcance mientras acariciaba el pomo de su maza.
-     Has llegado- dijo el legionario con voz cansada-. Informame.
No dijo nada. Saco su arma y le atacó. Estaria muerto en pocos segundos.
Pero no fue asi, ya que, de improviso paró el golpe con la espada que llevaba, la cual brillaba de forma fantasmagórica.
      -          Se lo que eres- dijo el legionario-, no me has engañado.
En ese momento escucho detrás de si un ruido de algo arrastrándose por el suelo. De reojo miro y vio como unos seres con extremidades de ofidios gigantes. Había sido descubierto.
                                                                                              *
Erebus estaba delante de los Señores del Caos. Abaddon, Arhiman, Kharn, Typhus y Lucius, entre otros estaban allí. Incluso se dignó aparecer el Tirano de Badab, Huron Blackheart. Comenzo su exposición.
      -          Se ha declarado una guerra, una guerra contra los Dioses. Y el instrumento de esta rebelión es un renegado, un traidor. Tenemos que eliminarlo, solo de esa forma podemos parar esto.
      -          Aximan es poderoso- dijo Arhiman-, no lo subestimes, está protegido por un Dios tan poderoso como los nuestros.
      -          No se puede comparar a Nurgle- dijo Typhus con voz rasposa.
      -          Por qué no viste a sus perros como acabaron con un avatar de Slaanesh- le contesto Lucios con una voz silbante.
      -          Dejádmelo a mí, lo voy a desollar vivo- dijo Kharn, a quien seguramente sus implantes, llamados los Clavos del Carnicero, le hicieron hablar con una violencia bastante fuera de lugar.
      -          Amigos- dijo Erebus- esta vez hay que ser sutiles. Ya está en marcha y dentro de poco tendremos noticias. Sera algo limpio y que no nos involucrara a los aquí presentes.
*
Esquivó el primer ataque. Devolvió el golpe y uno de los legionarios-ofidios cayó destrozado contra una de las paredes de la nave.
Otros ataques le siguieron, pero ya estaba en alerta. Los otros guardianes, armados con alabardas de energía, intentaron arrinconarlo, pero usando su bolter acoplado destrozo la cabeza de uno con unos certeros disparos, mientras lo atravesaba con su garra. Los disparos a quemarropa salpicaron sangre roja a su armadura de exterminador.
Los guardianes supervivientes intentaron atacarlo, pero con un giro de increíble destreza se colocó fuera de su alcance.
Volvió a disparar, matando a otro. Los otros dos atacaron, pero uno de ellos cayó aplastado por la maza, mientras que el superviviente era desgarrado por la acción conjunta de la garra y los disparos bolters.
Lleno de rabia y transmutándose, mostrando su verdadero ser, el demonio que ocultaba en su interior, se giró hacia Aximan.
Pero él no estaba ya a allí, sino que en su lugar había un exterminador de armadura azul metálica. De sus manos partieron unos rayos que lamieron su rostro.
                                                                                              *
Erebus miro a los presentes. Estaba por encima de ellos, como lo había estado siempre, incluso durante la Herejía, de la que fue uno de los arquitectos junto a Lorgar y Kor Phaeron.
Solo Arhiman era allí uno de los que era un peligro real para él. El Hechicero de los Mil Hijos era un sabio, un erudito que solo buscaba el conocimiento, aunque este fuera prohibido.
Fue quien hablo.
      -          Estas muy seguro de tú plan. Y creo que menosprecias a Aximan.
      -          Creo que no- sonrió de forma enigmática el Apóstol Oscuro.
      -          Es un Hijo de Horus- dijo Abaddon, quien había estado  extrañamente en silencio hasta ese momento-. Nunca menosprecies a un Hijo de Horus, ya que tenemos muchos recursos ocultos.
*
Terghian, el Elegido, se concentró y lanzo un nuevo poder psíquico contra su rival.
El primero le había dado de lleno y eso hizo que su disfraz de carne desapareciera y ocupara su lugar su verdadero ser. Enfrente de  él estaba un demonio embutido en una armadura de exterminador, dispuesto a acabar con él. Sin embargo no respondió a su ataque. Y esto le preocupaba.
Pero el ataque no tardó en llegar, abrió su boca, o por lo menos lo que parecía su boca, lanzó un alarido psíquico.
Una onda de energía impacto de lleno en el hechicero, lanzándolo contra una pared. Su báculo cayo de sus manos y el demonio, de un salto letal se colocó a alcance de ataque.
                                                                                              *

Abaddon continúo hablando.
      -          Ya hace tiempo te equivocaste, Erebus, al menospreciar a Loken. Y con Aximan te ha pasado exactamente igual. Creías que podrías controlarlo,  pero el espíritu de Horus es indomable. Su Lobo interior  es lo que  les hace sobrevivir.
Ahriman asintió y hablo.
     -          Reconoce que has perdido el control. Aunque logres acercar un asesino cerca de Aximan, este es mucho más poderosos y adaptable de lo que crees.
Erebus miro a ambos. Sabía que se había equivocado al mandar al asesino, pero cuando lo hizo le pareció una buena idea. Y pudiera ser que tuviera exito.
                                                                                              *
El ser iba a lanzar un ataque mortal contra el hechicero, centrándose solo en él. Alargo la mano con su maza dispuesto a destrozarlo.
El golpe iba a ser mortal de necesidad y cuando iba a lanzarlo, una sombra se interpuso entre la bestia y el hechicero.
Estaba armado con una espada que brillaba de forma fantasmagórica. Tenía una armadura verde marino, una armadura Maximus bastante ajada y que había conocido mejores tiempos.
No llevaba casco y una cicatriz atravesaba su rostro. Era su objetivo..

Un rival en armadura de exterminador es bastante difícil de batir, pero un demonio en una de estas es sin duda un rival formidable.
Aximan apuntó con su espada al demonio, empuñándola con sus dos manos. El demonio, armado con su maza, lo intentó golpear.
Aximan lo esquivo de forma ágil, mientras hendía su arma en la  espalda de su rival. Pero aun así, con una tremenda herida, el demonio contraatacó,  lanzando un ataque con su garra.
Aximan lo volvió a esquivar y se preparó para el siguiente ataque con el bolter de asalto. Era lo esperado y lo que hizo.
Sonrió. El enemigo ejecutaba patrones fijos de ataque, lo cual le hacia proveer su siguiente movimiento. Y eso fue precisamente lo que hizo, atacar con su bolter. Se ocultó detrás de una de las columnas y empuño la espada con su mano derecha. La miro fijamente, era como si ella hablara con él mentalmente.
Salió de su escondite y corriendo ataco al demonio. Este esperaba el ataque, e intento golpear a Aximan, pero volvió a esquivarlo agachándose en el momento del golpe, haciendo una finta con la espada brillante, que le destrozo una de sus hombreras.
Aximan aprovecho la debilidad y volvió a atacar, empuñando la espada con sus dos manos, volviéndola a hundir en el cuerpo de su enemigo. Y cuando la hendió, esta comenzó a brillar. El demonio grito de dolor y cayó al suelo.
Saco la espada del cuerpo de su rival y volvió a atravesarlo con esta repetidas veces, hasta que el cuerpo del demonio se quedó inmóvil.
Aximan, con el rostro perlado de sudor, miro como el demonio se diluía su forma etérea hasta desaparecer.
Se acercó a Terghian y comprobó que estaba bien. Lo necesitaba a su lado, ya que el enemigo volvería a intentar matar. Sabía que la mano de Erebus estaba detrás de aquello y que no quedaría impune.