Bajó de la nave. A nadie le pareció
extraño que el Elegido de Horus, Udyat, llegara antes que sus naves.
Todos pensaban que traería las noticias
de la muerte de Saardiar y los traidores.
Avanzaba el exterminador con paso rápido,
sin mirar mucho a su alrededor, ni importarle tampoco quienes le observaban.
Cruzó el control del espacio puerto y
respiro tranquilo, aquello saldría bien.
*
UNOS DIAS ANTES
El silencio se hizo en la sala. Las
palabras de Arhiman, la Guerra de los Dioses dejaron a todos estupefactos.
Nunca habían pensado que en el mismo Caos surgiría una división.
Era normal que distintas facciones,
algunas veces, tuvieran sus enfrentamientos, pero normalmente se arreglaba
rápidamente.
Abaddon había atacado algunas veces a los
Hijos del Emperador, incluso los Portadores habían tenido algunos rifirrafes
con la Guardia de la Muerte.
Pero nada tan serio como aquello. Habían
destruido un mundo demonio. El tal Udyat había asesinado a un Avatar de
Slaanesh. Aquello se salía de lo normal.
Erebus fue el primero en reaccionar. Era
siempre el que parecía más suspicaz. Por algo siempre le habían llamado “La
Serpiente”, aunque nunca en su cara.
Miro a todos y con una voz de conspirador
hablo.
-
Creo que deberíamos de tomar
alguna decisión respecto a Aximan.
-
Aximan está muerto- dijo
Abaddon sin contraer el rostro-. Enviare a una de mis flotas a destruir a ese
planeta y a todos sus habitantes. Desencadenare la furia de los Dioses del
Caos.
-
No es tan sencillo- le
contesto Erebus. Como nos protegen nuestros dioses, a él le protege el suyo.
Puede mandar una tormenta de disformidad y hacer imposible la llegada a ese
planeta.
Arhiman
asintió.
-
Debo de retirarme y pensar
algo- volvió a decir Erebus-. Tal vez algo que no esperen será más efectivo que
un ataque a gran escala.
*
Las puertas se habrían a su paso. Aquel
disfraz funcionaba muy bien. Al contrario que otros que había poseído, aquel
cuerpo era uno de los mejores que había tenido. Era fuerte, muy poderoso e
incluso podía tocar cosas con sus propias manos. Aquel envoltorio de carne y
hueso era básico, pero la armadura de ceramita que llevaba lo hacía ser único. Tenía
suerte.
Muchos de sus hermanos, sus iguales,
habían sido enviados a misiones como la suya en otros cuerpos. Y muchos habían
fracasado. Y habían muerto, desterrados del plano material, e incluso algunos
del plano inmaterial. La Disformidad se los había tragado, alimentando el
hambre insaciable de los dioses.
Era energía pura, energía disforme, pero
en aquel cuerpo era algo más. No solo era un ser sin materia, un demonio. Allí
era de verdad un ser vivo, un psíquico poderoso. Aquel cuerpo lo dotaba de una
base. Podía transmutarlo, convertirlo en lo que quisiera. Pero no hasta
alcanzar su objetivo.
*
Bilis podía redimirse. Eso le había dicho
Erebus, quien con él también tenía parte de culpa de lo sucedido.
Aislado en su mundo, el antiguo
apotecario de los Hijos del Emperador miraba los tubos criogénicos de
crecimiento acelerado. Pero oyó el ruido, el roce de unas vestimentas. Sin
dejar de hacer en lo que estaba ocupado, miro con desaprobación al visitante.
Llevaba una túnica carmesí oscura, normal
siendo el Apóstol Oscuro. Él había dado
el nombre al resto.
Erebus se acercó al apotecario y lo
observo. Trabajaba concienzudamente sobre el cuerpo de un desgraciado que había
caído en sus manos. Estaba inyectándole un cocktel de fármacos, seguramente
alguna nueva sustancia.
-
¿Estás muy ocupado, no?- dijo
el Apóstol.
-
No, esto es rutina- dijo
Bilis- ¿A qué has venido?
-
La has liado bien, Fabius.
-
¿Yo soy el que la he liado?,
creo que no soy el único culpable de la situación.
-
Tú fuiste quien creaste a
esas cosas- dijo el Apóstol señalando a uno de los tubos.
-
Sí, pero tú me proporcionaste
el material genético necesario. Sin él no lo hubiera conseguido.
-
Quiero saber algo. ¿Cuántos
tiene Aximand?
-
Solo uno sobrevivió, Udyat.
El resto son inservibles, están corruptos.
-
Por lo menos esa es una buena
noticia. Nuestro Señor Abaddon estará satisfecho de escuchar eso.
-
¿Desde cuándo Abaddon es mi
Señor?- le contestó el apotecario-. En mí no manda nadie, ni sirvo a nadie.
El Apóstol miro al apotecario con
desprecio. Desde que los Hijos del Emperador se convirtieran más en una banda
que en la orgullosa Legión que fueron en su día, Bilis había sido cada vez más
arrogante. Era cierto que no se debía a nadie, ya ni siquiera a su antiguo
señor Fulgrim. El apotecario buscaba la perfección por su cuenta, pero lo único
que había logrado en miles de años era hacer solo creaciones bastardas.
-
El caso es que necesito tu
ayuda, Fabius. Tenemos un problema grave.
-
No sé en qué me respecta.
-
Creaste a Udyat y se lo diste
a Aximan.
-
Por órdenes tuyas, por
supuesto.
-
Si, ya lo sé, por eso
necesito que me ayudes. Aximan está fuera de control.
*
Estaban los dos solos en la amplia nave.
Aquello era como una especie de templo, aunque no se veían estatuas de ningún
dios. Solo en el final de una serie de columnas estaba un trono en el que
estaba sentado su objetivo.
Estaba ansioso. Aquel disfraz lo había
llevado hasta allí. Miro al legionario que tenía delante, a unos veinte metros,
como una presa fácil de cazar. Demasiado fácil en verdad, pero aquella piel que
lo cubría era solo eso, un camuflaje para llegar a él.
En unas zancadas lo puso a su alcance
mientras acariciaba el pomo de su maza.
- Has llegado- dijo el legionario con voz
cansada-. Informame.
No dijo nada. Saco su arma y le atacó.
Estaria muerto en pocos segundos.
Pero no fue asi, ya que, de improviso
paró el golpe con la espada que llevaba, la cual brillaba de forma
fantasmagórica.
-
Se lo que eres- dijo el legionario-,
no me has engañado.
En ese momento escucho detrás de si un
ruido de algo arrastrándose por el suelo. De reojo miro y vio como unos seres
con extremidades de ofidios gigantes. Había sido descubierto.
*
Erebus estaba delante de los Señores del
Caos. Abaddon, Arhiman, Kharn, Typhus y Lucius, entre otros estaban allí.
Incluso se dignó aparecer el Tirano de Badab, Huron Blackheart. Comenzo su
exposición.
-
Se ha declarado una guerra,
una guerra contra los Dioses. Y el instrumento de esta rebelión es un renegado,
un traidor. Tenemos que eliminarlo, solo de esa forma podemos parar esto.
-
Aximan es poderoso- dijo
Arhiman-, no lo subestimes, está protegido por un Dios tan poderoso como los
nuestros.
-
No se puede comparar a
Nurgle- dijo Typhus con voz rasposa.
-
Por qué no viste a sus perros
como acabaron con un avatar de Slaanesh- le contesto Lucios con una voz silbante.
-
Dejádmelo a mí, lo voy a
desollar vivo- dijo Kharn, a quien seguramente sus implantes, llamados los
Clavos del Carnicero, le hicieron hablar con una violencia bastante fuera de
lugar.
-
Amigos- dijo Erebus- esta vez
hay que ser sutiles. Ya está en marcha y dentro de poco tendremos noticias.
Sera algo limpio y que no nos involucrara a los aquí presentes.
*
Esquivó el primer ataque. Devolvió el
golpe y uno de los legionarios-ofidios cayó destrozado contra una de las
paredes de la nave.
Otros ataques le siguieron, pero ya
estaba en alerta. Los otros guardianes, armados con alabardas de energía,
intentaron arrinconarlo, pero usando su bolter acoplado destrozo la cabeza de
uno con unos certeros disparos, mientras lo atravesaba con su garra. Los
disparos a quemarropa salpicaron sangre roja a su armadura de exterminador.
Los guardianes supervivientes intentaron
atacarlo, pero con un giro de increíble destreza se colocó fuera de su alcance.
Volvió a disparar, matando a otro. Los
otros dos atacaron, pero uno de ellos cayó aplastado por la maza, mientras que
el superviviente era desgarrado por la acción conjunta de la garra y los
disparos bolters.
Lleno de rabia y transmutándose,
mostrando su verdadero ser, el demonio que ocultaba en su interior, se giró
hacia Aximan.
Pero él no estaba ya a allí, sino que en
su lugar había un exterminador de armadura azul metálica. De sus manos
partieron unos rayos que lamieron su rostro.
*
Erebus miro a los presentes. Estaba por
encima de ellos, como lo había estado siempre, incluso durante la Herejía, de
la que fue uno de los arquitectos junto a Lorgar y Kor Phaeron.
Solo Arhiman era allí uno de los que era
un peligro real para él. El Hechicero de los Mil Hijos era un sabio, un erudito
que solo buscaba el conocimiento, aunque este fuera prohibido.
Fue quien hablo.
-
Estas muy seguro de tú plan.
Y creo que menosprecias a Aximan.
-
Creo que no- sonrió de forma
enigmática el Apóstol Oscuro.
-
Es un Hijo de Horus- dijo
Abaddon, quien había estado extrañamente
en silencio hasta ese momento-. Nunca menosprecies a un Hijo de Horus, ya que
tenemos muchos recursos ocultos.
*
Terghian, el Elegido, se concentró y
lanzo un nuevo poder psíquico contra su rival.
El primero le había dado de lleno y eso
hizo que su disfraz de carne desapareciera y ocupara su lugar su verdadero ser.
Enfrente de él estaba un demonio
embutido en una armadura de exterminador, dispuesto a acabar con él. Sin embargo
no respondió a su ataque. Y esto le preocupaba.
Pero el ataque no tardó en llegar, abrió
su boca, o por lo menos lo que parecía su boca, lanzó un alarido psíquico.
Una onda de energía impacto de lleno en
el hechicero, lanzándolo contra una pared. Su báculo cayo de sus manos y el
demonio, de un salto letal se colocó a alcance de ataque.
*
Abaddon continúo hablando.
-
Ya hace tiempo te
equivocaste, Erebus, al menospreciar a Loken. Y con Aximan te ha pasado
exactamente igual. Creías que podrías controlarlo, pero el espíritu de Horus es indomable. Su
Lobo interior es lo que les hace sobrevivir.
Ahriman asintió
y hablo.
-
Reconoce que has perdido el
control. Aunque logres acercar un asesino cerca de Aximan, este es mucho más
poderosos y adaptable de lo que crees.
Erebus miro a ambos. Sabía que se había equivocado
al mandar al asesino, pero cuando lo hizo le pareció una buena idea. Y pudiera ser
que tuviera exito.
*
El ser iba a lanzar un ataque mortal contra
el hechicero, centrándose solo en él. Alargo la mano con su maza dispuesto a
destrozarlo.
El golpe iba a ser mortal de necesidad y
cuando iba a lanzarlo, una sombra se interpuso entre la bestia y el hechicero.
Estaba armado con una espada que brillaba
de forma fantasmagórica. Tenía una armadura verde marino, una armadura Maximus bastante
ajada y que había conocido mejores tiempos.
No llevaba casco y una cicatriz atravesaba
su rostro. Era su objetivo..
Un rival en armadura de exterminador es
bastante difícil de batir, pero un demonio en una de estas es sin duda un rival
formidable.
Aximan apuntó con su espada al demonio, empuñándola
con sus dos manos. El demonio, armado con su maza, lo intentó golpear.
Aximan lo esquivo de forma ágil, mientras
hendía su arma en la espalda de su rival.
Pero aun así, con una tremenda herida, el demonio contraatacó, lanzando un ataque con su garra.
Aximan lo volvió a esquivar y se preparó
para el siguiente ataque con el bolter de asalto. Era lo esperado y lo que hizo.
Sonrió. El enemigo ejecutaba patrones fijos
de ataque, lo cual le hacia proveer su siguiente movimiento. Y eso fue
precisamente lo que hizo, atacar con su bolter. Se ocultó detrás de una de las
columnas y empuño la espada con su mano derecha. La miro fijamente, era como si
ella hablara con él mentalmente.
Salió de su escondite y corriendo ataco
al demonio. Este esperaba el ataque, e intento golpear a Aximan, pero volvió a
esquivarlo agachándose en el momento del golpe, haciendo una finta con la
espada brillante, que le destrozo una de sus hombreras.
Aximan aprovecho la debilidad y volvió a
atacar, empuñando la espada con sus dos manos, volviéndola a hundir en el
cuerpo de su enemigo. Y cuando la hendió, esta comenzó a brillar. El demonio
grito de dolor y cayó al suelo.
Saco la espada del cuerpo de su rival y volvió
a atravesarlo con esta repetidas veces, hasta que el cuerpo del demonio se quedó
inmóvil.
Aximan, con el rostro perlado de sudor,
miro como el demonio se diluía su forma etérea hasta desaparecer.
Se acercó a Terghian y comprobó que
estaba bien. Lo necesitaba a su lado, ya que el enemigo volvería a intentar
matar. Sabía que la mano de Erebus estaba detrás de aquello y que no quedaría impune.